lunes, 22 de octubre de 2012

Milagroso y extraordinario hecho taurino


Se cuenta en la historia taurina de la Gran Villa Macoterana que, una tarde de un caluroso y resplandeciente agosto, el Sagrado Corazón de Jesús, que corona, vigila y bendice desde lo más alto del cerro a todos los pobladores de la villa y sus actos, movió su mano derecha para situarla sobre la frente a modo de visera, a fin de evitar los rayos del sol, para así poder ver con más detenimiento la gran faena taurina que en el ruedo de la plaza estaba realizando el Maestro de la tauromaquia, D. Manuel Albarán “Barriles”.

Pues bien, según cuentan los cronistas taurinos, este extraordinario suceso ha vuelto a repetirse con los mismos protagonistas, aunque en esta ocasión cambiando ligeramente las circunstancias y los hechos: Se cuenta, se dice, se comenta que, no hace mucho tiempo, en una tarde de cielo encapotado, se organizó una capea taurina en un corralón de la cercana población llamada La Nava de Sotrobal. Entre los participantes/invitados al evento taurino se encontraba el ya mencionado D. Manuel Albarrán, más conocido en el mundillo taurino como “El Maestro”. Aprovechando la excelente embestida de uno de los bureles echados a la arena, el Maestro se colocó frente al bicho y comenzó a dar una tanda de muletazos de los que dejan huella. De tanta belleza y plasticidad taurina fueron los pases, que el Sagrado Corazón de Jesús, oyendo a lo lejos el clamor de los aficionados, se dio media vuelta para ver la faena, y en esta ocasión, también movió su mano derecha y la colocó sobre su cabeza para protegerse de la llovizna que en ese momentos caía, a fin de ver con más tranquilidad la serie de magníficos derechazos y naturales que D. Manuel Albarrán “Barriles” estaba dando al bravo y noble animal.

Dejamos aquí constancia de esta extraordinaria historia, para que sea conocida por las generaciones venideras.





domingo, 7 de octubre de 2012

Intrigante y oculto suceso


Cuentan los cronistas habituales que en la insigne Villa de Macotera acaeció un suceso de esos que recorren las calles como viento de invierno, dejando a las buenas gentes del lugar helados y con cara de estupefacción e incredulidad.

El suceso en sí sucedió en la llamada calle del Camino de Peñaranda, a la altura media de la vía.

Según consta en las crónicas, un vehículo a motor, conducido por un probo funcionario, envistió, sin venir a cuento y sin mediar provocación alguna, a otro de la misma especie, es decir, a otro vehículo a motor, que estaba silenciosamente aparcado, propiedad de un sufrido bancario,  y lo hizo con tal ímpetu, que el coche envestido dejó de ser un elemento útil para convertirse en un objeto inútil para el oficio que fue creado.

Como resultado del lamentable e increíble suceso, tuvieron que intervenir a fondo grúas y talleres, chapistas y pintores, a fin de arreglar el desaguisado.

A pesar de que el agredido y el agresor han pretendido, por motivo de amistad y otras razones menos nobles, cubrir con un manto de silencio el comentado suceso para evitar la mofa y el escarnio de los convecinos y turistas accidentales de la Villa de Macotera, no obstante, el hecho se sigue comentando entre las gentes del lugar, que aún permanecen incrédulas y estupefactas, sin poderse explicar lo que ocurrió un día caluroso de agosto en la mitad de la calle del Camino de Peñaranda.

Dejamos aquí constancia de esta real historia para que no quede en el olvido y se recuerde y se comente en los años venideros.